A los pocos años de edad ya sabía que mis padres eran personajes importantes en la ciudad. La gente los saludaba por la calle con una sonrisa sincera e incluso los aclamaban en las posadas, tabernas, y cualquier otro sitio donde hubiese alcohol. Mis padres eran sacerdotes de Cayden Cailean. Los dos.
La historia de mi familia por parte paterna siemrpe ha estado ligada a la iglesia de Cayden, tenemos antepasados mejores y peores, pero siempre hemos sido unos borrachuzos mujeriegos, nadie se ha escapado de eso. “El Clan de los Ragnar” bociferaba mi padre, siempre contando batallitas de él con mi difunto abuelo.
Mi padre y mi madre se conocieron, como no, de fiesta. Mi madre era una jovenzuela altiva y escurridiza para los hombres, nadie hubiese apostado por mi padre pero él era un hombre hecho y derecho, y al final pudo no sólo conquistarla, sino también atraerla a la iglesia de nuestro dios. Siempre han sido una pareja extraña, llena de infidelidades felices y consentidas, en cuyo seno familiar nací y crecí yo. Ya os podeis imaginar cómo vivía yo mi vida.
Observaba a mis amigos cómo iban a la escuela y maduraban como personas de bien, mientras mi padre me llevaba a burdeles y cosas así y le tenía que aguantar sus tonterías de borracho, cuando gritaba “Soy Magnus Ragnar, del Clan de los Ragnar. Hijos de la luz y la verdad. Grandes guerreros y mejores hombres ¿Cuáles de vosotras, preciosas muchachas, desea que la colme de maravillas esta noche?”. Atención a la palabra que he utilizado “cuáles” en lugar de “cuál". Así era mi padre, y mi madre no se iba de mucho. Y lo de hijos de la luz y la verdad, hombre, según para quién, porque los borrachos ven la luz cuando un sacerdote de Caylen entra en escena.
En la ciudad mis padres eran reclamados para misiones importantes, donde necesitaban clérigos de batalla. Siempre iban encantados, y a mí me dejaban con la señora Rosa, que regentaba un prostíbulo claro está. Hasta que se enteraron de que no me dejaba catar ninguna moza del lugar, a partir de ahí me dejaron en la iglesia. “Cuando no puedas disfrutar, aprovecha el tiempo para aprender cosas, que eso también importa” decían. Pues bien, en una de esas misiones falleció mi madre. Mi padre entonces cayó en una profunda tristeza y nunca volvió a ser el mismo, asistía a los oficios del sacerdocio y seguía participando en misiones de la ciudad, pero ya no lo hacía con alegría. El día antes de morir (de pena me dijeron) vino a verme, su cara marcaba los signos de tristeza de siempre, y entonces cuando creía que me soltaría un discurso de la importancia de hacer las cosas con cabeza, de que tenía que ser un hombre de bien y no cometer locuras, entonces me dijo “Olaf hijo. Disfruta al máximo de tu vida, porque llegará el día en que la vida te lo quitará todo, y entonces dejarás de disfrutar de ella aunque lo intentes. Prúebalo todo y atrévete con todo, y si la muerte te sonríe, devuélvele la sonrisa”.
Al día siguiente murió, y al verme yo sin compañía alguna comprendí sus palabras. Así que tras su entierro (con un pedal del quince, que así despedíamos a los muertos en mi familia) me dirigí al burdel más cercano, y sin mediar palabra con los de seguridad, que me conocían (sobretodo a mis padres) y me dejaron pasar sin más, me subí a una mesa y grité lo más fuerte que pude “Soy Olaf Ragnar, del Clan de los Ragnar. Hijos de la luz y la verdad. Grandes guerreros y mejores hombres ¿Cuáles de vosotras, preciosas muchachas, desea que la colme de maravillas esta noche?”. Al día siguiente me convertí en sacerdote de Cayden Cailean. |